Mediante
los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida
cristiana. "La participación en la naturaleza divina que los hombres
reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con
el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto,
los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de
la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el
manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la
iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de
la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad".
El
Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios...lo llamamos
don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño
de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es
conferido a los que no aportan nada; gracia, porque, es dado incluso a
culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción,
porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación,
porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra
vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de
la soberanía de Dios (S. Gregorio Nacianceno, Or. 40,3-4)
El sacramento de la confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras"
Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal: – nos introduce más profundamente en la filiación divina nos une más firmemente a Cristo; – aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo; – hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia – nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz: La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la vida cristiana.
La
Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido
elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y
configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación,
participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el
sacrificio mismo del Señor.
"Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado,
instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para
perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y
confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y
resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de
gracia y se nos da una prenda de la gloria futura". La
Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana". "Los demás
sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras
de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La
sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua".
"La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la
unidad del Pueblo de Dios por las que la Igle sia es ella misma. En ella
se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo,
Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los
hombres dan a Cristo y por él al Padre".
Finalmente, la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del
cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos.
En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe:
"Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la
Eucaristía confirma nuestra manera de pensar".
Por
los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre recibe la vida
nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en "vasos de barro".
Actualmente está todavía "escondida con Cristo en Dios". Nos hallamos
aún en "nuestra morada terrena", sometida al sufrimiento, a la
enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puede ser
debilitada e incluso perdida por el pecado.El
Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que
perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo,
quiso que su Iglesia continuase, en la fuerza del Espíritu Santo, su
obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Este
es finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la
Penitencia y de la Unción de los enfermos.
El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación
El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él.
Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la
conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la
Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento
de la Penitencia y de la Reconciliación.
Sólo Dios perdona el pecado
Sólo Dios perdona los pecados. Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de
sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la
tierra" y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados". Más
aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los
hombres para que lo ejerzan en su nombre.
Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y
su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la
reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo,
confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico,
que está encargado del "ministerio de la reconciliación". El apóstol es
enviado "en nombre de Cristo", y "es Dios mismo" quien, a través de él,
exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con Dios". MATRIMONIO
Es un sacramento que da a los esposos la gracia
para amarse santamente y educar a sus hijos cristianamente estableciendo entre
ellos una santa e indisoluble unión."La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen
entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole
natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la
prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de
sacramento entre bautizados"
Orden Sagrado
El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por
Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el
fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio
apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el
diaconado.